Una alimentación inadecuada puede causar deterioro en el corazón y los vasos sanguíneos o alterar sus funciones. El consumo de calorías excesivas, y la obesidad como consecuencia puede, por si solo ser un factor de riesgo cardiovascular. Pero hay más cosas en nuestra alimentación que pueden alterar nuestra salud como: un consumo elevado de grasas saturadas, proteína animal, sal e hidratos de carbono refinados, así como un bajo consumo de frutas y verduras.
Consumo elevado de grasas.
No hace falta pensar mucho para recordar que la síntesis de colesterol y triglicéridos está determinada por la ingesta total de grasas. Un consumo elevado de grasas saturadas o de alimentos ricos en colesterol favorecerá la obesidad y la hipercolesterolemia.
Consumo elevado de proteína animal.
La carne animal, los huevos y los quesos contienen gran cantidad de grasas saturadas que aumentan el nivel de colesterol. También, el consumo excesivo de proteínas, vegetales o animales, puede provocar que el excedente de proteínas se almacene en la membrana basal de los capilares provisionalmente hasta que hagan falta. Esto dificulta el intercambio de nutrientes con las células, favorece el engrosamiento y el endurecimiento arterial, así como una elevación de la presión sanguínea.
Consumo elevado de sal y fuentes de sodio.
Es de dominio público la relación que hay entre un consumo elevado de fuentes de sodio y el empeoramiento de la hipertensión o las cardiopatías. La mayoría de las personas tienen como fuente de sodio la sal refinada (cloruro sódico), otras personas lo ingieren a través de aditivos como el glutamato monosódico (sobre todo los asiáticos). Sin embargo, algunos estudios han mostrado que la reducción de sodio no produce mejoras por sí sola, sino que debe ir acompañada de un aumento del consumo de potasio. A la vez, se plantea la existencia de individuos genéticamente sensibles a la sal que son los que realmente mejorarían su hipertensión con la restricción dietética de sodio.
Consumo de carbohidratos refinados.
Los refinados aportan azúcares de asimilación rápida que elevan la glucemia muy rapidamente. Esto favorece que el metabolismo forme lípidos a partir de la glucosa sobrante, aumentando los depósitos de grasa, promoviendo la obesidad y como desencadenante enfermedades relacionadas.
Carencia de frutas y verduras.
La reducción de estos alimentos en nuestra dieta es sinónima de déficit nutricional y bajo aporte de fibra. Hay muchos nutrientes esenciales que tienen influencia sobre el buen funcionamiento cardiovascular. La falta de fibra favorece la absorción de grasas y colesterol, además de reducir su excreción por vía biliar.
La salud persigue a los que llevan un estilo de vida saludable, con una buena dieta, una actitud personal positiva y relajada.