Existe una elevada evidencia epidemiológica de que la inactividad física y la falta de ejercicio están relacionadas con el desarrollo de diversos trastornos y son la causa de la mortalidad e incapacidad en los países desarrollados. La prevalencia de estilos de vida sedentarios sigue aumentando, por ello es necesario promover intervenciones para aumentar la actividad física. La prescripción de ejercicio físico es útil especialmente para prevenir la mortalidad prematura de cualquier causa, la cardiopatía isquémica, la enfermedad cerebrovascular, la hipertensión arterial, el cáncer de colon y mama, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico, la obesidad, la osteoporosis, la sarcopenia, la dependencia funcional y las caídas en ancianos, el deterioro cognitivo, la ansiedad y la depresión.
Se ha observado en diferentes estudios que el ejercicio físico no sólo incrementa la tolerancia a la glucosa, sino también que la práctica regular de ejercicio, a través de un aumento de la sensibilidad de los receptores insulínicos del músculo y el tejido adiposo, ocasiona una mejor y más rápida utilización de la glucosa, para un determinado nivel de insulina.
Existen evidencias de que el ejercicio físico es capaz de incrementar el contenido de mineral óseo y por tanto, los programas de ejercicio físico pueden ser una terapia efectiva para la prevención de la osteoporosis y las fracturas, especialmente en las personas de edad avanzada y las mujeres a partir de la menopausia.
En investigaciones recientes se ha manifestado que el ejercicio ayuda al sistema cardiovascular y también al sistema nervioso central. Ayuda a mejorar las funciones intelectuales de las personas sedentarias de mediana edad, reduce el tiempo de reacción para las labores mentales y mejora la cognición. Puesto que el ejercicio produce también una mayor secreción de betaendorfinas, el umbral del dolor aumenta (mejor tolerancia) y el individuo adquiere una sensación de bienestar.
El sedentarismo se ha asociado al cáncer de colon, probablemente a causa de un tránsito intestinal más lento donde los alimentos están más tiempo en el sistema digestivo. El ejercicio, acompañado de una dieta rica en fibra, es una buena medida preventiva de este tipo de cáncer y de otras enfermedades digestivas.
Existe una relación entre el proceso de envejecimiento y la inactividad física. La falta del mismo representa pérdidas funcionales asociadas con el envejecimiento.
El entrenamiento físico se asocia a una menor presión diastólica en reposo (3-15 mmHg) y también a una tensión sistólica más baja (5-25 mmHg). Puede reducir el riesgo de presentar hipertensión y ayudar a controlar la presión arterial en los pacientes con hipertensión ligera.
Dos de los principales métodos de control de peso son, la educación dietética y nutricional y el aumento de la actividad física informal (subir escaleras, andar más, realizar más trabajo físico) y formal (práctica de ejercicio físico regular y deporte).
Para obtener beneficios, debe realizarse ejercicio aeróbico moderado durante un mínimo de 30 minutos, 5 días por semana, o ejercicio intenso durante un mínimo de 20 minutos, 3 días por semana. Es recomendable incluir ejercicios de fuerza mínimo dos días a la semana para desarrollar la fuerza en grupos musculares como brazos, hombros, tórax, abdomen, espalda, caderas y piernas. Por último, es importante indicar la importancia de ejercicios que mantengan la flexibilidad durante diez minutos dos días a la semana.